Por María Hegouaburu.
domingo, 25 de noviembre de 2012
Hombre de maíz
Por María Hegouaburu.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
La casa movediza
Vivimos en una casa que se mueve cada vez que un camión pasa por la calle.
En una casa que se balancea como una canoa que descansa en algún lago. Salgo al
balcón y el sol me acaricia, pero hoy los cerros no se ven en el horizonte.
Igual respiro. Hay un México distinto en esa hora que no es ni de día ni de
noche. Ayer, en la sobremesa, soñamos Chiapas, el estado más bello según me
cuenta Cate. Le creo. En la madrugada, unas horas después de esa charla la
tierra del subcomandante Marcos tembló y también mi cama, que se agitó durante
dos minutos eternos, tanto como el espejo de la pared, que golpeteaba firme
como si la casa se hubiera poblado de tambores vivos.
Por María Hegouaburu
Minuto uno
Calor en Orizaba y san Luis Potosí, La Roma. Tengo la nariz seca, áspera. Paso por el mercado de Michoacán, un señor con voz serena habla por celular con su nieta, -te quiero mucho mijita, pasame con tu hermanita que quiero saludarla también. Le pido al chico del puesto de la esquina un jugo de pomelo recièn exprimido, toronjas generosas, pulpa roja. 11 am, el barrio está tranquilo como el parque que cruzo y los árboles que dan sombra. Me pica la nariz y los ojos. Estoy contenta, no necesito nada, me digo. 6 pm, entrevista. Llevo una camisa blanca, estoy llegando a la puerta del metro, un médico a mi lado. Y sangre que brota de mi nariz sin dar aviso. Veo mis manos salpicadas, como si se trataran de lienzos expresionistas. La camisa, inmune, permanece blanca como la nieve. -Güerita, sientate aquí. -Güerita, toma estas servilletas, para limpiarte. -Muchas gracias. Ahora me acuerdo, 2800 metros de altura, DF, México, calor seco, polución. Corro a los sanitarios, pago 5 pesos mexicanos, impecables. El metro revienta, me subo al vagón que queda frente a mí, voy con prisa. En ese momento siento el bautismo de oro, una mano moldea mi culo con desenfreno. Miradas desentendidas, pero yo sé quién fue. Lo miro intensamente, -hijo de puta, dicen mis ojos, fuiste vos. Pero él me muestra su nuca. Esta güera te perdona, sólo porque es el minuto uno.
Por María Hegouaburu.
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