sábado, 11 de agosto de 2012

Bye Bye Londres

Ya en Ibiza, escribí esto:
Creo en todas las cocineras del mundo, y en los que labran la tierra hasta que se pone el sol sin descanso.
Creo en el llanto de un niño que nace y en la generosidad de una sonrisa.
Creo en las curvas. Creo en el sexo.
Creo en los que creen y en los que no.
Creo en mi madre.
Creo en lo imposible de la montaña y en la inmensidad del mar. Creo en el Aconcagua, en el agua dulce de las Cataratas del Iguazú y en el silencio del bosque. Creo en las higueras, en el aceite de oliva y en el vino. Creo en la masculinidad del árbol que me protege.
Creo en la otra cara de la luna.
Creo en los hombres y hermanos de mi vida. En mi padre.
Creo en la fuerza de mis piernas.
Creo en la geometría de una cancha de tenis.
Creo en los estudiantes de medicina, en sus noches en vela en una guardia de cualquier pasillo de hospital.
Creo en mis amigas, en la ingenuidad de Luciana Maccarini, en la sangre de Caterina La Mela, en el humor de Val Evdemon, en la claridad de Victoria Lluch, en la psicología de Sabrina Santoni, en la sensibilidad de Flor Manette y en los ojos de Milagros Hormazabal.
Creo en Dios y en la incoherencia de la realidad.
Creo en mis vísceras. En la palabra.
Creo en los senos que dan vida. Y placer.

Por María Hegouaburu.

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