sábado, 26 de mayo de 2012

Invasión de amapolas


Lunes 14 de Noviembre de 2011
Durante las dos últimas semanas casi todos los londinenses llevaron en su ojal una flor como la que muestra orgullosa la célebre actriz Helen Mirren en la publicidad de la foto. El viernes hubo dos minutos de silencio en todas las iglesias, colegios, bancos y oficinas estatales y ayer culminaron los homenajes con la participación especial de la realeza británica. 

La historia cuenta que algunos de los combates más sangrientos de la Primera Guerra Mundial tuvieron lugar en las regiones de Flandes, Bélgica y el norte de Francia. La amapola fue lo único que creció luego de la devastación total. En 1915, John McCrae, un médico que sirvió allí con las Fuerzas Armadas de Canadá, profundamente inspirado y movido por lo que vio, escribió el poema “En los campos de Flandes”. En la última hora del undécimo día del undécimo mes de 1918, la Primera Guerra Mundial terminó. La población civil quería recordar a las personas que habían dado su vida por la paz y la libertad. La norteamericana Moina Michael, movilizada por el poema del canadiense, comenzó a vender amapolas a sus amigos para recaudar dinero para la comunidad de ex combatientes. Y así comenzó la tradición del “poppy day”.

Al mismo tiempo, en los alrededores de la Catedral St’Pauls, cientos de manifestantes acamparon para protestar contra el sistema financiero y las consecuencias de la última crisis global. Eran más los policías que los rodeaban. Todo perfectamente estudiado y planificado para prevenir cualquier desborde. Cada mañana con mi bicicleta pude pasar sin problemas por entre las vallas y los saludos de los oficiales. Un detalle, no existen los bocinazos. 


Nick, mi compañero de piso, tiene auto pero no lo vende porque le dan sólo 2mil £ y tampoco lo usa dado que el estacionamiento es carísimo. Va con la bici al trabajo, como yo. Lo bueno de que los precios sean desorbitantes es que es imposible aburguesarse y hay que mantener el buen estado físico, ¡porque no hay llovizna ni niebla que pueda pararnos! 

El lugar donde vivo no es Knightsbridge, con su sofisticada Brompton Road y elegante tienda Harrods, rodeada de vidrieras decoradas con cristales Swarovski. Estoy en el modesto Mile End, barrio que se destaca por una fuerte comunidad de bengalíes y casas nuevas, de mayor y menor calidad. Esto se debe a que en la zona este de Londres se ubicaban las fábricas y centrales eléctricas, razón suficiente para ser la más bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial. Una de las excepciones es la joya de edificio en la que está el departamento de Nick. Fue construido en los años 30 por un gobierno socialista, con generosos espacios comunes. Le perteneció al Estado hasta la década del 80, momento en que se puso a la venta a particulares. Me gustan los letreros en las paredes que rezan “No ball games”, aunque los chicos juegan igual. 

El Estado continúa con la política de comprar edificios nuevos en cada barrio de la ciudad para dárselos, provisoriamente, a las familias que necesitan un lugar donde vivir y a aquellos que estuvieron involucrados con el delito y las drogas. La idea es evitar la creación de guetos y la fragmentación social. Algunos vecinos se quejan. Una señora que tiene su PH en una torre cercana al London Bridge puso un cartel que pide por favor dejen de tirar en su jardín condones usados. 

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