sábado, 26 de mayo de 2012

Londres, la punta del iceberg


Sábado 28 de Enero de 2012
Hackney es uno de los barrios más pequeños y al mismo tiempo que mejor representa la identidad londinense. Cuenta con 220 mil residentes y allí se hablan más de 100 idiomas. Mezcla de judíos ortodoxos, turcos, africanos, chinos, bengalíes, caribeños e ingleses esta zona del centro -que sube desde Shoreditch hasta Stamford Hill- resulta irresistible. Además de batir records de multiculturalidad, espacios verdes y casas estatales (council houses) es una de las áreas más peligrosas, con calles que merecieron el nombre de “Murder Mile“, aunque en los últimos años el crimen bajó un 28%.

Para experimentar la explosiva interacción de colores y dialectos hay que caminar los puestitos del mercado de Broadway un sábado al mediodía, al final del parque “London fields”. Allí uno puede cruzarse con una bella mujer, de rasgos exóticos, aparentemente de algún rincón de la India, pero finalmente de la Isla Mauricio, que hable inglés con acento francés y se llame Sapna. Quizás haya una banda irlandesa tocando alguna fusión de folk con rock progresivo, y más adelante un chef suizo de madre hongkonesa y padre iraquí preparando el clásico y refrescante trago de la clase media inglesa, el “Pimm’s” con pepinos, manzanas y frutillas. Un ciudadano nacido en Londres es la excepción. El mercado huele a curry, a costillas de cordero asadas con picante, a salchichas y a cebollas. Tiendas de ropa vintage se camuflan con las cientos de personas que compran pan fresco, jamones ibéricos, quesos griegos, jugos de jengibre y zanahoria, carne argentina, yerba paraguaya y vinilos del emblemático sello “Ministry of sound”.

La ciudad se reinventa cada día y para los Juegos Olímpicos los departamentos de la zona se cotizan a 400 libras la noche. Tentadora oferta para los propietarios que aceptarán ver el show deportivo por televisión en cualquier otro lugar del planeta, quizás en una playa, tomando sol. Es que de todos modos, gran parte de las entradas para el espectáculo tan esperado están en manos de las grandes marcas como Nike, Visa y Coca-Cola, y las demás ya fueron asignadas por sorteo.

Mientras tanto, y luego de que el cielo y el río Támesis fueran testigos de millones de libras disparadas en fuegos artificiales por el año nuevo, las puertas de la Catedral de Saint Pauls continúan cerradas, con los manifestantes que acampan alrededor de ella, como abrazándola. No moverán sus carpas, ni la Universidad que montaron para que activistas de todo el mundo den sus discursos y dejen asentadas sus ideas en libros y pancartas, a menos que su deseo mayor se cumpla. Que es nada más y nada menos que el actual sistema capitalista deje de beneficiar, según su perspectiva, al 1 % más rico del planeta y perjudicar al 99 % restante con sus desiguales políticas de distribución de la riqueza. Cuesta creer que puedan acomodar la balanza en el corto plazo, o en el mediano, cuando el London Eye sigue girando y los shoppings frente a la Iglesia atraen sin descanso a sus clientes con carteles gigantes que rezan la palabra “SALE”, y las casas de remates y las apostadoras de carreras de caballo rebasan de jugadores desesperados por comprar y especular. Los pecados capitales laten intensamente en el centro del imperio.


Por María Hegouaburu

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