sábado, 26 de mayo de 2012

Las fallas de Valencia


Martes 03 de Abril de 2012
“Estas fiestas no tienen sentido, ¿cómo pueden gastar millones de euros en petardos y fuegos artificiales durante dos semanas sin descanso, en medio de una crisis financiera y económico-social considerable?” comenta mi hermano a su mujer valenciana, que pasó su infancia correteando entre los frondosos eucaliptos y gozando de las naranjas más deliciosas de toda España. “¿Es que tú no estás disfrutando de esta celebración? ¿Acaso ustedes no tienen tradiciones en Argentina?” 

Recién habíamos salido de la estación de trenes, luego de viajar 10 minutos desde Benetusser como sardinas, más comprimidos que en los vagones de Buenos Aires, para encontrarnos con una multitud de españoles y turistas de toda Europa, bajo un sol radiante de mediodía, ansiosos por ver -aunque en verdad sólo se podía oír- una atronadora explosión tras otra durante 15 minutos, conocida como la “mascleta”. El público eufórico acompañó el final del show a los gritos, silbidos y aplausos, y con los estómagos a reventar de cervezas tibias, compradas por un euro a unas niñas chinas que no tendrían más de 10 años. Luego de eso, nos volvimos a almorzar paella a casa de sus padres. Otra vez, cuerpos apretujados. El intercambio de opiniones continuó, más encendido aún: “es que sigo sin entender, esto es increíble”. “¿Pero no ves que aquí están todos riéndose y felices con amigos y familiares? En el metro de Barcelona ya puedes ver las caras largas y avinagradas de camino a sus trabajos”. “Bueno -agrego yo-, ustedes porque no vieron las expresiones anales de los ingleses un lunes a las 9 de la mañana … además, ¿qué es lo que tiene sentido? ¿Una sociedad productiva, eficiente, individualista y competitiva pero que se olvida de brindar tiempo a la crianza de sus propios hijos y a la participación de rituales sociales? 

Cuando me convencieron para venir a estas fiestas me explicaron que se arman muñecos gigantes con un alto grado de ironía y crítica hacia políticos y farándula, construidos con devoción a lo largo del año por artistas falleros, con el fin de verlos el último día agonizar bajo las llamas del fuego. Pensé esto es una locura. Pero ahora puedo decir que no hay nada más auténtico y atrapante que contemplar la autodestrucción de una obra de arte. Y que es una forma de renovación y olvido de los sinsabores y odios, para reencontrarse con la primavera y el renacimiento de una vida nueva y mejor. 

Aquí les dejo una foto de la Mare de Dèu dels Desamparats y su maravilloso manto confeccionado con más de 70 mil ramos de flores, ofrendados por falleras de todos los rincones de Valencia. 

Por María Hegouaburu

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