sábado, 26 de mayo de 2012

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Lunes 02 de Enero de 2012
En noviembre estuve unos días en Tenerife y cuando me tomé el vuelo de regreso a Londres, mientras guardaba la maleta en el portaequipajes y me acomodaba en el asiento, el Capitán a bordo nos dio la bienvenida en un cordial inglés y nos informó que Gatwick nos recibiría con una lluvia miserable. Adoré su honestidad implacable. Pero así y todo, se quedó corto. Tuvimos que aterrizar forzosamente en Stansted, luego de varias horas dando vueltas por el aire, con fuertes turbulencias de a momentos nada agradables. Siento repetirlo una y otra vez, pero es que no salgo del asombro: las azafatas reían junto a los tripulantes, comentaban algo de una serie de televisión y de recetas de cocina de Gordon Ramsay, al mismo tiempo que ofrecían vasos de agua, muy relajadas. Nadie perdió la calma, ni siquiera las parejas con niños pequeños. ¿Será como dijo por ahí la periodista argentina Leila Guerriero que la paciencia es lo que hace a los países civilizados? Al bajar del avión de la compañía aérea Easyjet -la de las tarifas a precios bajísimos- un colectivo esperaba para trasladarnos al aeropuerto que correspondía. Y dos días después, un mail de la empresa pidió disculpas por los inconvenientes ocasionados. 

Por María Hegouaburu. 

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